“La televisión ha llevado el asesinato de vuelta a los hogares. A donde pertenece”. Alfred Hitchcock (1899-1980) era una máquina de producir frases. Psicosis, Vértigo, La ventana indiscreta, Los pájaros, Frenesí… El londinense divagó sobre la idea del asesinato como arte toda su vida, fue un Rembrant del estrangulamiento, el Velázquez de la puñalada.
Teorizó mucho sobre el crimen, el palpitar del corazón in crescendo, la angustia sofocante de saberse sin salida y la falsa culpabilidad. Amaba las conversaciones. Estos días se representa en el teatro Lucernaire de París “Hitch”, una obra basada en libro de François Truffaut El cine según Hitchcock, que documenta las conversaciones que mantuvo el entonces joven cineasta francés con el ya veterano director, al que conoció en 1962.
Explorador de la reacción humana extrema, le encantaba averiguar las fobias de los actores, ya fuera miedo a las ratas o a las arañas, se las ingeniaba para conseguir una caja llena de ellas y enviarla a quien más lo fuera a disfrutar. Era adorable, pero dudo que me agradara como amigo.
No acudía a fiestas, saboreaba la vida hogareña junto a su mujer, nunca se le vio vestido con otro atuendo que no fuera un traje. Parecía un señor cualquiera, pero de su cabeza salían historias de cuervos, cuchillos y moteles truculentos.
Con ese aspecto de hombre corriente, hizo cameos en todas sus películas. Mezclado entre la muchedumbre, como un viajero más en un autobús, con aire despistado en el pasillo de un hotel… Sus apariciones se convirtieron en marca de la casa.
Siempre tuvo miedo de grabar en exteriores porque la luz o las condiciones meteorológicas escapaban de su control. Aún así superó esa manía con el tiempo y películas como Frenesí (1972) están rodadas casi por completo en las calles de Londres. Por otro lado, técnicamente se atrevió con todo.
Fue el primer director en utilizar el plano secuencia con intensidad y maestría. Rodó La Soga (1948) con un único plano secuencia que dura todo el largometraje. En realidad es falso, porque en la época no existía un rollo de película tan largo, pero Hitchcock se arregló poniéndole ruedas a las paredes del estudio o acercándose mucho a la espalda de un personaje para que sólo se viera negro durante un segundo.
Introducir un sueño surrealista diseñado por Dalí en Recuerda…, hacer un agujero y meter una bombilla en un vaso de leche para que tus ojos no puedan apartarse de él en Sospecha. Hay cosas que, de rabiosamente simples, ya no se volverán a hacer nunca en el cine.
Para celebrar la figura del punzante pero arrebatador Hitch, unos cuantos cotilleos ciertos:
1. De sus películas, 16 fueron nominadas y optó al Oscar como director por Rebeca, Sospecha, Recuerda…, Náufragos, La ventana indiscreta y Psicosis, pero en toda su carrera nunca lo ganó. “Siempre una dama de honor, nunca una novia”, decía al respecto.
2. La famosa silueta de su perfil, transformada en símbolo del director, aparece en la cabecera de su programa de televisión Alfred Hitchcock presenta y en La hora de Alfred Hitchcock. El ahora logotipo fue diseñado por él mismo cuando aún vivía en Londres, para adornar de modo rápido unas tarjetas de Navidad.
3. Cuando terminaba una taza de té en el estudio, solía tirar hacia atrás la taza y el plato.
4. En una ocasión se disfrazó de mujer en una fiesta que celebró. Hay constancia de que hay imágenes y grabaciones de esa fiesta. El material estaba en su oficina, pero tras su muerte nadie lo encontró.
5. Hitchcock odiaba las gaitas: “Supongo que el inventor se inspiró en un hombre que llevaba un cerdo indignado y asmático bajo el brazo. Por desgracia, el sonido creado por el hombre nunca pudo igualar la pureza del sonido conseguido por ese cerdo”.
6. Siempre tuvo problemas de sobrepeso. Perdía y ganaba kilos con rapidez. A finales de los años treinta llegó a pesar más de 135 kilos. Cuando más delgado estuvo fue a finales de los cincuenta, como se puede comprobar en su aparición en la película “Atrapa a un ladrón” (1955).
7. Daba mucha importancia al pelo de las actrices, de los que siempre hacía primeros planos en sus películas. Tenía preferencia por las rubias, de ellas decía que eran las mejores víctimas, porque tras un crimen parecían “nieve virgen con pisadas de sangre”.
8. Sufrió toda su vida ovofobia, miedo incontrolado a los huevos. Se refirió a este singular pánico en varias ocasiones: “Me asustan los huevos. Más que asustarme, me repugnan. Esa cosa blanca y redonda sin ningún agujero… ¿Hay algo más repulsivo que una yema de huevo rompiéndose y derramando su líquido amarillo?”
9. El amor de su vida fue la guionista, editora y asistente Alma Reville. Se casaron en 1926 y trabajaron juntos hasta la muerte de Hitchcock, en 1980. Tuvieron una hija, Patricia, que nació en 1928 y sigue viva. Actuó en Broadway e hizo pequeños papeles en Pánico en la escena (1950), Extraños en un tren (1951) y Psicosis (1960).
10. Cuando Hitchcock recogió el premio que le otorgó el American Film Institute a toda una carrera, dijo “Pido permiso para mencionar el nombre de cuatro personas que me han brindado el mayor de sus afectos. La primera es editora de películas, la segunda; guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat y la cuarta es una gran cocinera que ha obrado milagros en una cocina doméstica. Sus nombres son Alma Reville”.
Helena Celdrán